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Espagne / Agriculture paysanne et travailleurs migrants saisonniers /

Como resistir a un sistema pensado para la explotación.
5 février 2008 par Emmanuelle

En Andalucía como en el sur de Francia, los agricultores de las zonas de cultura intensiva en invernaderos contratan la mayor parte de sus trabajadores en países extranjeros. Se abastecen así en mano de obra sumisa y barata, avanzando el argumento oficial de una necesidad de “temporeros” que no encuentran en el país. Las condiciones de trabajo en los invernaderos son desastrosas y la acción sindical que permitiría defender esos trabajadores es complicada. En España y en el sur de Francia, sindicatos y colectivos nos dan pistas para inventar formas de resistencia a la explotación.

Los temporeros extranjeros son un regalo para los agricultores que les “importan” varios meses cada año y renuevan los contratos a la condición que vuelven en su país durante los meses de inactividad. En Francia, trabajadores de Marruecos y de Tunes hacen la noria (van y vuelven) desde hace ya 20 años (más de 30 para los primeros) para hacer funcionar las empresas agrícolas del sur de Francia. Les llaman “OMI” porque es la Oficina de Migraciones Internacionales que se encarga de su venida. Si deciden quedarse al final del contrato de temporada, se vuelven automáticamente sin papeles. Esta precariedad jurídica es la llave de su explotación.

El Ejido como destello

En febrero 2000, los acontecimientos racistas del Ejido revelan a toda Europa la situación de los trabajadores del mar de plástico en Almería : un apartheid donde los magrebíes y africanos se ven reducidos a su fuerza de trabajo, excluidos de las viviendas y hasta de los bares del centro. El asesinato de una española por un marroquí desencadenan la locura de la población local : las casas y las tiendas de los pocos extranjeros que se habían instalado en el centro son atacadas, los trabajadores que se atreven a acercarse sufren agresiones. Una violencia racista que despierta toda Europa. Estos acontecimientos provocan en Francia una voluntad de trabajar para denunciar las condiciones de trabajo y de marginalización (jurídica, social) de estos trabajadores. Varias asociaciones toman conciencia de los estragos sociales creados por la obsesión de competitividad en la agricultura productivista, no importa el lugar donde se instala : en el sur de Francia nace el CODETRAS, el Colectivo de defensa de los trabajadores extranjeros en la agricultura del sur.

Una tarea de concientización : el libro negro de los « OMI ».

Para que se conozca la situación de estos olvidados de la inmigración, el Codetras edita en 2003 un libro negro sobre la explotación de los trabajadores extranjeros en la agricultura. Hace 10, 20 hasta 30 años que van y vienen entre Francia, y Marruecos o Tunes. Durante sus contratos, seis meses, a menudo prorrogados a ocho, participan en todas las faenas de la finca y cobran el salario mínimo agrícola, sin que su antigüedad no sea nunca considerada. Algunos viven en viviendas insalubres. A veces les quitan del sueldo el alquiler y la tasa que el empresario a la Oficina de Migraciones Internacional para cada contrato. Contra esta explotación, ninguna reivindicación posible ya que cada protesta implica no renovación del contrato para la siguiente temporada. No pueden trabajar en otro sector o para otro empleador porque a pesar de su antigüedad no tiene ningún derecho estable de estancia. En su contratos, podemos leer el sello certificando que volvieron dócilmente en su país durante los meses de invierno cuando no les necesitaban : “visto a la vuelta en la misión de la “OMI” el (…)

La llave de la explotación : un derecho de estancia condicionado por el contrato de trabajo

La explotación de estos trabajadores es la consecuencia lógica y uno de los ingredientes imprescindibles de la agricultura en invernaderos. Los agricultores sumisos a la competencia internacional y a las presiones de la grande distribución se ven obligados a bajar los precios de producción, y los precios de mano de obra son una de las únicas variables de ajuste en la cual pueden intervenir. Entonces tienen que desarrollar técnicas de precarización y erosión del derecho del trabajo para mantener su rentabilidad. Para asegurar la dependencia de los trabajadores, la política europea liberaliza el mercado internación de mano de obra (creando normas jurídicas que permiten contratar al extranjero), y al mismo tiempo aumenta el control policial de la libertad de circulación y de la estancia de los extranjeros. Hay que asegurarse de que los trabajadores importados para trabajar durante un periodo en la agricultura local no puedan acceder a otros sectores mejor pagados o menos duros, y a un derecho de estancia independiente el contrato que les permitirían emanciparse de la tutela del empresario..

El sistema asegura para los empresarios una fidelidad absoluta de los obreros. El gobierno no encuentra desventajas en esta contratación en la medida en que esta mano de obra obligada al final de cada temporada a volver al país no representa una nueva población para “integrar”. Como lo nota Hervé Gouyer, jurista del Codetras : “la subordinación y la dependencia son tan importantes que garantizan el sistema contra cualquier veleidad individual o colectiva de romper con el sistema. Las dos formas de resistencia que tales obreros podrían oponer a la explotación ilimitada que padecen : sindicalizarse o cambiar de empresario están aniquiladas al origen.” Hace poco, el temporero agrícola “OMI” tenía que pedir un certificado de libertad a su empresario para poder cambiar de empresario para la siguiente temporada.

El perfil adecuado a la fresa

A Huelva, en Andalucía, donde se produce la gran mayoría de la fresa exportada a Europa, los empresarios se organizan también para tener trabajadores cuya movilidad dominan. Después de haber contratado durante más de cinco años en Polonia y Rumania, los sindicatos patronales que organizan la contratación en origen van ahora a Ucrania porque "es un país que no está dentro de la Unión Europea, y no tiene de momento posibilidad de estar” [1]

Al controlar la movilidad de la mano de obra, la contratación en origen permite tener a disposición trabajadores tanto sumisos como lo estaban antes los trabajadores sin papeles pero legalmente. En esta provincia, la contratación en origen se organizo cuando los jornaleros originarios del Magreb y de África subsahariana que representaban mucha mano de obra se hicieron reivindicativos. En 2001 y 2002, movilizaciones, huelgas, encierros revelan su determinación. Confrontados a esta situación, las grandes cooperativas locales deciden contratar en los países del este, mujeres que suponen más sumisas. Hoy, parecen padecer una especie de amnesia colectiva y explican a quien quiere escuchar que seleccionan mujeres porque : “Generalmente el trabajo aquí de la fresa lo han hecho siempre mujeres

Que resistencia inventar ?

Para mejorar las condiciones de trabajo de estos obreros precarios, que no tienen mas elección que consentir a la explotación por el diferencial de salario que existe entre el país de origen y el país de trabajo, que estrategia elaborar ? El aislamiento de estos trabajadores podría romperse con la participación de los sindicatos de los países de origen en la contratación como lo reivindicaba Diamantino, uno de los fundadores del SOC, en la época en que los andaluces quitaban su tierra para vendimiar a Francia. El Codetras acompaña los trabajadores en los tribunales y se implica directamente en su defensa. Este trabajo está particularmente llevado a cabo con obreros “liberados”, los que ya no trabajan en la agricultura, o que han obtenido una tarjeta de residencia y trabajo. Estos trabajadores ya no dependen del empresario y pueden denunciar sin poner en peligro su presencia en el territorio o la renovación del contrato. A pesar de todo esto, la mejor denuncia del sistema es obtener para ellos un derecho de estancia ilimitado y no condicionado por el trabajo.

Ya no hay temporada… pero si hay temporeros.

Ahora en muchas culturas y más todavía en los invernaderos españoles y franceses (los que precisamente importan a “temporeros” extranjeros, la palabra “temporada” parece poco adecuada para describir entornos controlados (o por lo menos controlables) por el ser humano, casi no quedan temporadas. Podemos comer fresas en enero, tomates y naranjas todo el año y la investigación sobre la fruta de ciruela (albaricoques, melocotones…) tiende también a alargar los periodos de producción y a adaptar la fruta a las necesidades de la comercialización : conservación y resistencia al transporte, cualidad de la presentación (aspecto exterior, etc).

Deverdizan los cítricos para adelantar su presencia en el mercado, “de-temporalizan” las cabras o las ovejas para tener leche para hacer queso todo el año. En Huelva, siembran la fresa en octubre y recogen hasta junio, la frambuesa está producida todo el año, y los contratos en origen pueden dura nueve meses. En Almería, el laboratorio europeo de producción del tomate en plástico (sabes, esta con la que puedes jugar al bowling y que cuando la cortas es tan dura como una patata) los empresarios empiezan a presionar para poder firmar contratos de origen de una duración de doce meses. Entonces que temporadas haces hoy en día los temporeros extranjeros ?

Es la argumentación principal del Codetras que lanzo este año una batalla jurídica para hacer reconocer el derecho de estancia de los trabajadores “OMI”. El objetivo es denunciar la categoría jurídica de “temporeros” y con ella la política de inmigración elegida que reduce el inmigrante a su competencia o a su fuerza física de trabajo sin que tenga ningún derecho a la instalación. La condena a una existencia parcial, reducida al tiempo y a la cantidad de trabajo realizados donde los derechos humanos no existen, un sistema que presenta los rasgos de la esclavitud.

Un principio de reconocimiento

La primera victoria del CODETRAS es la decisión del Tribunal administrativo de Marsella el 8 de febrero de 2008, de dar a Aït Baloua, temporero desde 23 años en la misma finca del departamento Bouches du Rhône, una tarjeta de residencia de diez años con motivo de que “el señor Aït Baloua fue empleado desde la temporada 1983-1984 hasta la temporada 2004-2005 en la misma explotación agrícola con contractos de introducción de trabajador temporero como previsto por el código del trabajo por una duración inicial de cuatro meses ; que sin embargo estos contratos fueron constantemente y con regularidad alargados a ocho meses en aplicación del mismo código del trabajo que abre esta posibilidad solo de manera excepcional y condicional, que en estas circunstancias, si el señor Aït Baloua se veía forzado de volver a Marruecos cada año durante 22 años para cuatro meses, solo era para respetar la apariencia jurídica que su empresario y la administración habían querido dar a su empleo y a su estancia en el territorio francés (…) cuando él era en realidad un trabajador fijo, y que por esto, el señor Aït Baloua tiene que ser considerado como residiendo en Francia en situación legal y a titulo habitual desde hace más de diez años.

Aït Baloua no es un caso aislado y esta decisión judicial ilustraba el hecho de que el papel de los contratos « OMI » no era dar una mano de obra inexistente localmente sino abastecer la agricultura de Provencia en trabajadores precarios y explotables. Ahora, la justicia ha dado marcha atrás, quitando este derecho a una tarjeta de residencia estable para él y otro temporero. El Codetras concluye que para un juez de mala fe, una vida de obrero no vale nada. Aït Baloua seguirá su lucha delante el Consejo de Estado. Cientos de obreros han empezado una batalla jurídica similar y entre ellos, algunos han embargado la Halde en cuanto al carácter discriminatorio des las restricciones impuestas por el estatuto de temporero.


[1] Entrevista responsable Asaja




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